Por el espacio de cerca de ochenta años, la imprenta en el Río de la Plata había sido la luz bajo el celemín de la escritura. Establecida en Buenos Aires, sería la antorcha simbólica que, encendida por un sentimiento de caridad y alimentada por el amor a la instrucción pública, empezaría a derramar tenues resplandores en torno suyo hasta dilatar sus rayos en más vastos horizontes. Por medio de ella se imprimieron sus primeros libros elementales de educación popular; se publicaron sus primeros periódicos enciclopédicos y sociales; se difundieron sus más importantes escritos originales, acabando por dar a luz el primer periódico político que propagó los principios de la independencia y de libertad entre las colonias de la América meridional.
Fue el virrey del Río de la Plata, don Juan José de Vértiz, el mandatario más progresista que han tenido las colonias hispanoamericanas, el que tuvo la doble inspiración de fundar en Buenos Aires, simultáneamente, una casa de Expósitos y una imprenta, instituciones cuyos nombres debían ser históricamente inseparables bajo la denominación de Imprenta de los Niños Expósitos. Acordándose que existía abandonada la imprenta que había sido introducida en Córdoba por los jesuítas, y teniendo en vista proporcionar recursos al nuevo establecimiento de caridad, se dirigió al rector del colegio de Monserrat a cargo de los padres franciscanos, el día 7 de agosto de 1779, diciéndole: "Estoy informado que en ese colegio convictorio se halla una imprenta de que no se hace uso alguno desde la expulsión de los ex jesuítas: que este mismo abandono por tanto tiempo la ha deteriorado sobre-manera, y, consiguientemente, que le es ya inútil, y porque puede aquí aplicarse a cierto objeto que cede en beneficio público, me dirá V. P. su actual estado: si mediante una prolija recomposición podrá ponerse corriente, y en qué precio la estima ese colegio, con concepto a que no se sirve de ella, y al bien común para que se solicita".
El rector del Colegio contestó, "que después de buscarla había hallado la imprenta arrojada en un sótano, donde existía deshecha y desarmada después del secuestro de la casa, sin que se hubiese hecho inventario de los pertrechos de una oficina que era la más principal y más útil alhaja del colegio"; agregando que su costo había sido de dos mil pesos, que se habían abonado por ella el año de 1767, según constaba de la visita practicada en el mismo año, poco antes de la extinción de la Compañía que la fundara.
En consecuencia el virrey Vértiz dispuso su traslación a Buenos Aires, con el compromiso de abonar su legítimo importe. Cargóse todo su material en una carreta de bueyes que llegó a la margen del Río de la Plata en los primeros días del mes de febrero de 1780, siguiendo el antiguo camino mediterráneo del comercio colonial, prescripto por sus leyes prohibitivas, que clausuraban el mar y los puertos del Río de la Plata, que la imprenta contribuiría a abrir para la comunicación universal. El flete de la carreta fue el de 40 pesos.
La imprenta se componía de ocho cajones de tipos, en su mayor parte empastelados y descabalados, que pesaban 111 arrobas y 10 libras, y de una prensa de hierro, a la que faltaban sus piezas accesorias, y además una prensa de madera en mal estado. Estimóse su valor en mil pesos, que se mandaron pagar por intermedio del padre Pedro José Parras, autor de un estimado libro sobre el "Gobierno de los Regulares de América", que escribió en Córdoba.
Según lo declara Vértiz en su Memoria de Gobierno, los tipos y enseres estaba muy deteriorados, y fue costosa su recomposición, invirtiéndose para ponerla en estado de servicio la cantidad de 1.812 pesos.
El 21 de noviembre de 1780 expidió el virrey su más memorable decreto instalando la imprenta con la denominación de "Real Imprenta de Niños Expósitos". Al mismo tiempo nombró a don José Silva y Aguilar, persona de alguna ilustración, "librero del rey y bibliotecario del colegio de San Carlos", según él se titulaba, impresor general del virreinato y administrador del establecimiento, con privilegio exclusivo para imprimir cartillas, catecismos y catones por el término de diez años, debiendo aplicarse sus utilidades a beneficio de la Casa de Expósitos, descontándose una cuarta parte a favor del administrador, quien se recibió de ella bajo inventario.
Desde este día empieza la existencia oficial de la primera imprenta en Buenos Aires; pero antes de esa fecha había hecho sus primeros ensayos, como se comprobará más adelante.
Sus primeros tipógrafos fueron los huérfanos, hijos de padres desconocidos, arrojados en la cuna de la caridad pública fundada por Vértiz al mismo tiempo que la imprenta destinada al sostén de los niños expósitos, con cuyo nombre ha pasado a la historia.
La imprenta se estableció en la esquina nordeste de la intersección de las calles de Moreno y Perú hoy, una de las cuales llevó por mucho tiempo el nombre de La Biblioteca, fundada por Mariano Moreno, que fue el que más la hizo trabajar después.